sábado, 20 de julio de 2019

La máquina del tiempo





Hoy al mediodía, fui hasta la Ciudad Vieja para realizar unos trámites. Al terminar, me paré en la esquina de 25 de Mayo y Bartolomé Mitre, ante el dilema de regresar a 18 de Julio o aprovechar la hermosa tarde otoñal y recorrer aquellas calles por las que hace tantos años, solía transitar a diario.
Tomé por 25 de Mayo rumbo al puerto, pretendí observarlo todo con ojos de turista, pero al mismo tiempo era imposible no sentir una profunda nostalgia por lo que ya no está. Me costó reconocer algunos edificios, y me dio mucha tristeza ver que el local de una muy famosa librería y editorial de otra época, está sucio, abandonado y con un cartel de venta que seguramente espera por algún inversor que lo compre para convertirlo en ¡vaya a saber qué! Observé que también estaba cerrado el edificio de apartamentos que hay encima del local y, en al que yo fui a vivir cuando recién me casé, pero ¡fue hace tanto tiempo…! Me lo imaginé habitado por ratas y cucarachas, que siempre andaban al acecho para invadirlo todo.
Caminé hasta la calle Colón, que en aquella época estaba cubierta de comercios y baratillos, pero en la que hoy, con un poco de suerte, hay dos o tres por cuadra, el resto son locales cerrados con carteles de “se alquila”, que yacen bajo una espesa capa de smock que lo cubre todo. Me resultó imposible hacer mi recorrido con ojos de turista, porque cada esquina, cada local cerrado, cada edificio que antes era impresionante, despertaba una cadena de recuerdos en mi memoria, aunque ya no sé si esos recuerdos eran míos, o me los contó aquella joven que antes habitaba mi cuerpo cuando recorría aquellos lugares.
Ya no quise ver más, caminé hasta la peatonal Sarandí y el impacto que se recibe, con tan solo dos calles de distancia, ¡es sorprendente! Todo glamour, es como si con unos cuantos pasos, una máquina del tiempo me hubiese trasladado a una linda callecita de París.
Y así, permitiendo que el olvido cubriese lo vivido unos instantes antes, me sumergí en un pintoresco paisaje pintado para turistas…



martes, 24 de julio de 2018

La ciudad de la luz


Muchas veces me pregunté por qué a París se le conoce como la ciudad de la luz, e intentando encontrar una respuesta busqué en distintas fuentes, las cuales me enriquecieron con los más variados datos. Descubrí que se le dice así porque fue en el Siglo XVIII, conocido también como de la Ilustración que, a partir de la Revolución de 1789, París se transformó en la capital del pensamiento político y filosófico gracias al surgimiento de Rousseau, Voltaire, Montesquieu y otros grandes pensadores.
También encontré otra versión, que se refiere al hecho de que en la época de 1830, las calles de París ya contaban con el alumbrado a gas, algo muy novedoso para esos tiempos y que contribuyó a que se la denominara la ciudad de la luz.
Hace algún tiempo, tuve oportunidad de conocer esa ciudad y fue así que me propuse hallar mi propia versión de, por lo menos, una respuesta a esa pregunta que me había hecho durante tantos años.
Resulta asombroso recorrer sus calles y encontrarnos con una mezcla de nacionalidades que se reflejan a través de los tonos de piel; en sus vestimentas, con algunos hombres vistiendo túnicas y mujeres con coloridos trajes tradicionales o turbantes; también en los diferentes idiomas que se oyen por doquier, y que nos da la impresión de que todos conviven en paz, aunque en la interna tal vez no sea tan así...
Para alguien como yo, que nació y reside en un país tan pequeño como Uruguay, ver esos edificios de medidas tan descomunales, que al intentar tomarles una foto sólo podía hacerlo como panorámica, me hizo sentir como un pigmeo en tierra de gigantes. ¡Ni la cámara ni los ojos me daban para abarcar tanta belleza!
Tener la oportunidad de recorrer estos sitios, me hizo sentir minúscula y al mismo tiempo me transmitió la fuerza que aún conservan esos lugares. La fuerza de aquellos antiguos constructores que fueron capaces de edificar tan monumentales obras sin dejarse amedrentar por las dificultades y limitaciones de la época, siendo capaces de poner tanto amor y paciencia en cada una de ellas, lo que se refleja en sus terminaciones y en la decoración donde cada flor, hoja, guía, o punto lucen unidos en perfecta armonía. ¡Cuánto amor…!
A partir de toda esta experiencia reflexiono: han transcurrido muchos años, nuestra realidad es muy diferente a la de aquella época, pero hay algo que debería continuar intacto, y es nuestra esencia, nuestra Humanidad; y digo debería, porque cuesta creer que somos descendientes de esos mismos seres que ponían tanto amor a su obra. No voy a caer en aquello de que todo tiempo pasado fue mejor, no, porque cada uno se mueve según sus circunstancias, pero ¿dónde quedó ese amor a la obra?, ¿por qué hoy todo se hace con apuro y por obligación? Parece que la consigna actual es “para qué perder tiempo y dinero en construir algo bello, decorativo, que sensibilice nuestro espíritu” porque lo que importa es abaratar costos para aumentar  las ganancias y poder lucrar. Y lo más triste… las relaciones humanas de hoy se manejan, cada vez más, con parámetros similares a los de la construcción de esta época: ser sensible se considera debilidad, por eso es mucho mejor comportarse como seres fríos y uniformes similares a esos edificios que se asemejan entre sí a cajas de concreto y vidrio. Igual sucede con las relaciones personales en las que todos nos convertimos en seres desechables, quien ya “no sirve” se tira, y se consigue uno nuevo; y esto aplica ya sea en pareja, amistad, trabajo, etc.
Creo que haber llegado a tomar conciencia de ésta, nuestra realidad, ha sido mi manera de descubrir a la ciudad de la luz, porque me lleva a seguir trabajando con todas mis energías, para que no continúe deshumanizándose nuestra Humanidad.






jueves, 5 de abril de 2018

Domingo de otoño



Estamos en otoño. Es domingo, me siento al sol y observo cómo ha cambiado el paisaje de los árboles; sus hojas se han teñido de diferentes tonalidades y, aunque esta mañana no hay viento, el pasto ha desaparecido debajo de una gruesa capa de color rojo verdoso. Percibo en el aire el aroma a madera recién cortada que emana de un montón de leños que esperan a ser quemados con los primeros fríos.
El martilleo de la música a todo volumen me dice que los jóvenes de la casa de al lado ya están despiertos. Fijo mis sentidos en el vecino de enfrente que pone gran dedicación en remover la tierra del jardín, para retirar las petunias que ya agotaron sus flores de verano. Al sentirse observado, levanta la cabeza y me saluda agitando la mano en la que sostiene una pequeña pala.
—¿Disfrutando del sol? —me pregunta una vecina que regresa con sus compras del supermercado.
—Así es —le respondo y, para evitar que se detenga a conversar, simulo volver a la lectura de un libro que sostengo abierto entre mis manos.
Una vez leí en alguna parte que «si uno quiere ver algo –una hoja o una mata de pasto– tiene que conocer el perfil del amor » Recordarlo me reconforta.
Desde la puerta de la casa, Luisa, la señora que me ayuda, me anuncia que el almuerzo está pronto. Le respondo que ya voy, cierro el libro que aún permanecía abierto entre mis manos, y activo el botón que pone en movimiento las ruedas de mi silla.

Forma parte del libro Una decisión crucial® 



viernes, 23 de febrero de 2018

El sentimiento de estar vivo


Luego de cinco años sin registrar nuevas entradas en este blog, y encontrándome en un período de importantes cambios en mi vida, como parte de ellos es que vuelvo a retomar estas publicaciones con las que en algún momento compartí, con mis amigos, conocidos y público en general, esa parte de mí que es la escritura.

Como se suele decir, "mucha agua ha pasado bajo este puente durante los últimos cinco años", pero para un escritor eso significa un tesoro de experiencias a volcar en el papel: mentiras y verdades, alegrías y tristezas, encantos y desencantos,  pero sobre todo: el sentimiento de estar vivo...

Quien no está vivo no siente, no ríe, no sueña, no se emociona; y es cierto, tampoco se decepciona o se entristece al ver la hipocresía, el egoísmo, la ambición, la miseria humana en todas sus manifestaciones... pero eso es parte de la vida, y bien vale la pena Vivirla ¿o no?


jueves, 30 de junio de 2011

Comparto con gran alegría



Este libro incluye Una decisión crucial, de mi autoría, uno de los cuentos ganadores del Premio Concurso Internacional de Relato 2011, Latin Heritage Foundation

jueves, 28 de enero de 2010

Reflexiones

Cuántas veces vivimos
pendientes de un futuro.
Recordando un pasado
que ya no ha de volver.
Y así vamos perdiendo
un tesoro precioso
que es vivir el presente,
ese presente corto,
de un instante, no más.
Cuántas veces vivimos
idealizando sueños.
Cosas de algún futuro
que nunca llegará,
y que si algún día llega
será tan diferente
que nuestra corta mente
no reconocerá.


Publicado en Antología Cerca de tí

La mentira

Qué fue lo que pasó
que ya no es como antes,
ni caricias, ni amor
conmigo ya compartes.

Compartir una casa,
una cama, una vida,
eso no es amor
es solo una mentira.

Si no compartes tu alma,
si no compartes todo,
un poema, una flor,
un secreto, un tesoro;
entonces ya no importa
con quien estés viviendo
porque en realidad

sólo estás existiendo.

Publicado en Antología Cerca de tí